Ahora bien, la ordenada vida puntual
que primeramente tomó forma en los monasterios no es connatural
a la humanidad,
aunque hoy los
pueblos occidentales están
tan completamente reglamentados
por el reloj que constituye una “segunda naturaleza”, considerando su
observancia como un hecho natural.
Muchas civilizaciones orientales han
florecido teniendo poca cuenta del tiempo: los
indios han sido en realidad tan indiferentes al tiempo que les falta
incluso una auténtica cronología de los
años. Todavía ayer, en el centro de las industrializaciones de la Rusia
soviética, apareció una sociedad para
fomentar el uso de relojes y hacer la propaganda de los beneficios de la
puntualidad. La popularización del
registro del tiempo, que siguió a la producción sistemática del reloj
barato, primeramente en Ginebra, después
en Estados Unidos, hacia mitad del siglo pasado, fue esencial para un sistema bien articulado de transporte y de
producción.
La medición del tiempo fue
primeramente atributo peculiar de la música: dio valor industrial a la canción del taller o al abatir rítmico o a la
saloma de los marinos halando una cuerda. Pero el efecto del reloj mecánico es más penetrante y estricto:
preside todo el día desde el amanecer hasta la hora del descanso. Cuando se considera el día como un lapso abstracto de tiempo, no
se va uno a la cama con las gallinas en
una noche de invierno: uno inventa pábilos, chimeneas, lámparas, luces de
gas, lámparas eléctricas, de manera
aprovechar todas las horas que pertenecen al día. Cuando se considera el tiempo, no como una sucesión de experiencias,
sino como una colección de horas, minutos y segundos, aparecen los hábitos de
acrecentar y ahorrar el tiempo. El tiempo cobra el carácter de un espacio cerrado: puede dividirse, puede llenarse,
puede incluso dilatarse mediante el invento de instrumentos que ahorran el tiempo.
El tiempo abstracto se convirtió en
el nuevo ámbito de la existencia. Las mismas funciones orgánicas se regularon por él: se comió, no
al sentir hambre, sino impulsado por el reloj. Se durmió, no al sentirse cansado, sino cuando el reloj nos
exigió. Una conciencia generalizada del tiempo acompañó el empleo más extenso de los relojes. Al
disociar el tiempo de las secuencias orgánicas, se hizo más fácil para los hombres del renacimiento
satisfacer la fantasía de revivir el pasado clásico o los esplendores de la antigua civilización de
Roma. El culto de la historia, apareciendo primero en el ritual diario, se abstrajo finalmente como una
disciplina especial. En el siglo XVII hicieron su aparición el periodismo y la literatura periódica; incluso
en el vestir, siguiendo la guía de Venecia como centro de la moda, la gente cambió la moda cada año en vez
de cada generación.
No puede sobrestimarse el provecho
en eficiencia mecánica gracias a la coordinación y la estrecha articulación de los acontecimientos
del día. Si bien este incremento no puede medirse sencillamente en caballos de fuerza, sólo
tiene uno que imaginar su ausencia hoy para prever la rápida desorganización y el eventual colapso de toda
nuestra sociedad. El moderno sistema industrial podría prescindir del carbón, del hierro y del vapor
más fácilmente que del reloj.
Lewis Munford
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