jueves, 16 de diciembre de 2010

Viento

Ahora que los besos
se han disfrazado
de suspiros.

No me consuela saber
cuanta veces
me vas a echar de menos.

Acaríciame una última vez,
mañana,
me llevará el viento.

Kiko Vallejo

viernes, 10 de diciembre de 2010

Silencio

¡¡¡¡ Silenciooooooooooooooo !!!!

No os dais cuenta que ya
solo quiero escuchar
vuestro silencio.

Hoy, no voy a morir de amor.

Kiko Vallejo

viernes, 26 de noviembre de 2010

A qué mirar, a qué permanecer

A qué mirar, a qué permanecer
seguros
de que todo que es así,
seguirá siendo...
Jamás pudo
ser de otra forma,
compacto y duro,
este
-perfecto en su cadencia-
mundo.

Preferible es no ver.
Meter las manos
en un oscuro
panorama, y no saber
qué es esto que aferramos,
en un puro
afán de incertidumbre,
de mentira.
Porque la verdad duele.
Y lo único
que te agradezco ya
es que me engañes
una vez más...

-«Te quiero mucho...»

Ángel González

miércoles, 24 de noviembre de 2010

El Revés y el Derecho (fragmento)

Si casi todos los hombres son capaces de utilizar una gran fortuna, la dificultad comienza cuaando la suma es pequeña. La mujer permaneció fiel a sí misma. Cerca ya de la muerte, quiso dar abrigo a sus viejos huesos. Se le ofreció una verdadera oportunidad. En el cementerio de la ciudad acababa de expirar una concesión, y en ese terreno los propietarios habían levantado un suntuoso panteón, sobrio de líneas, de mármol negro, un verdadero tesoro, en verdad, que le dejaban por la suma de cuatro mil francos. Ella compró el panteón. Era valor seguro, independiente de las fluctuaciones de la bolsa y de los acontecimientos políticos. Hizo arreglar la fosa interior y la mantuvo lista para recibir su cuerpo. Una vez terminadas las obras, mandó grabar su nombre en letras mayúsculas en oro.

Le causó tanta satisfacción todo aquello que llegó a concebir un verdadero amor por su tumba. Al principio iba a ver la marcha de las obras. Y luego terminó por visitarse todos los domingos por la tarde. Era ésa su única salida y su única distracción. Hacia las dos de la tarde, recorría el largo trayecto que llevaba a las puertas de la ciudad donde se hallaba el cementerio. Entraba en el pequeño panteón, cerraba cuidadosamente la puerta y se arrodillaba en el reclinatorio. De esta manera, puesta en presencia de sí misma, comparando lo que ella era y lo que iba a ser, encontrando el eslabón de una cadena siempre rota, penetró sin esfuerzo en los secretos designios de la Providencia. Por un símbolo singular, llegó a comprender un dia que estaba muerta a los ojos del mundo. El día de los santos, en que llegó más tarde que de costumbre, encontró el umbral de la puerta piadosamente adornado con violetas. Por una delicada atención, unos desconocidos, apiadados ante aquella tumba sin flores, habían compartido las suyas y honrado la memoria de aquel muerto abandonado a sí mismo.

Albert Camus

miércoles, 17 de noviembre de 2010

El Último Ser Humano

La idea de volver a acariciar su rostro capturado en aquel precioso retrato le atormentaba por completo, aunque vivía con la certeza de que tarde o temprano consumaría de nuevo ese maquiavélico e irrefrenable ritual. Meses atrás había tomado la tajante decisión de apagar todos los relojes, no soportaba la idea de escuchar como pasaba el tiempo ante sus ojos y la incapacidad para retener uno solo de esos instantes, asirlo firmemente con su mano y no soltarlo jamas.

A pesar de todo, esa mañana sentía un enorme nudo en el estómago, una extraña e implacable sensación de agobio que le forzó a ponerlos de nuevo en funcionamiento. Necesitaba escucharlos, tener la certeza de que el tiempo no se había detenido, sentir su respiración acompasada con el segundero y tomar conciencia de que la vida se le escapaba ante sus ojos sin poder hacer nada por evitarlo.

Los recuerdos le inundaban la cabeza, nublaban sus ideas, sus sueños y ambiciones, impregnaban su vacía existencia como el polvo que se asienta en las viejas bibliotecas. Le resultaba imposible distinguir la realidad, su realidad. Ansiosamente rebuscó en el cenicero una colilla que aún no hubiese apurado, pero no la encontró y una cólera desenfrenada se adueñó de sus actos.

Empuñó firmemente el atizador de la chimenea y comenzó a destruirlo todo, los relojes, los muebles y estanterías, las puertas y las paredes, cualquier cosa que se encontraba a su paso. Esos instantes de desenfrenado frenesí le devolvieron la libertad, vaciaron sus pensamientos de problemas y anhelos, le enseñaron de nuevo que podía haber un camino que seguir, la destrucción se mostraba como una alternativa vital y eso le reconfortaba en sobre manera.

Durante varias horas se quedó inmóvil contemplando su obra, le agradaba la idea de que todo podría sucumbir, que nada se le resistía. Se reafirmaba en su nuevo yo, retroalimentando su ego y reflexionando a cerca de la revelación que acababa de experimentar.

Escrutó detenidamente todos los destrozos hasta que fijó su mirada en un fragmento bastante grande del espejo del recibidor. Caminó cuidadosamente hasta el, lo cogió con fuerza sintiendo como cortaba sus manos y observó detenidamente su rostro reflejado. Se sentó en el suelo y se dio asco. Su aspecto ya no le representaba y sintió la urgente necesidad de mostrarse como ahora era. Estiró su mano y seleccionó minuciosamente un pequeño cristal afilado. Sosteniendo con su mano izquierda el espejo proyectaba su nueva apariencia mientras rajaba su cara desde la frente hasta el mentón, con la única precaución de no dañar su ojo.

La punzante sensación le produjo risa. Sentía como las gotas de sangre resbalaban por su rostro, se detenían un instante en su barbilla y después caían. Durante casi un minuto aguanto la respiración, necesitaba disfrutar del silencio penetrante que inundaba la sala y que tan solo se atrevían a romper esas gotas de sangre al impactar con el suelo.

Un leve murmullo comenzó retumbar, chocaba y rebotaba por las paredes hasta impactar contra su cabeza. No era capaz de ubicarlo pero le resultaba muy incomodo. Recapacitó unos instantes, esto ya lo había vivido otras veces. El nerviosismo se apoderó de nuevo de sus actos y comenzó a buscar el maldito retrato de forma compulsiva. No tardó mucho en localizarlo. Allí tirada en el suelo, observándolo fijamente, estaba la maldita foto.

- ¿Ya no me soportas? - Gritó con voz severa.
- Se acabó, todo lo que representabas para mí, se acabó.

Con paso firme avanzó hasta el retrato, lo acarició de nuevo seguro de que esta si sería la última vez y lo lanzó a la chimenea. Ansiosamente comenzó a cargarla con restos del mobiliario hasta que quedó repleta, pero eso le pareció insuficiente. Apiló en torno a ella todo lo que encontró a su paso, hasta que la gran habitación se tornó en un improvisado vertedero, pero eso también le pareció insuficiente.

Se detuvo y centró sus pensamientos en la sala de la caldera. Dos mil litros de combustible esperaban su momento para ser quemados, este momento. A la carrera descendió por las escaleras hasta el sótano. Llenó varios recipientes de gasolina. En varias tandas los fue subiendo al piso de arriba y vertiéndolos, en primer lugar sobre las cosas amontonadas en torno a la chimenea, después, aleatoriamente por todos los lados. Bajo una última vez, desprendió la tubería que unía el depósito con la caldera y dejó que se derramase el combustible por todo el piso de abajo.

Se tomó un largo tiempo para paladear el aroma que desprendía todo. Ese olor a gasolina le producía un extraño bienestar. Después subió a su habitación y se vistió con ropas elegantes. Uno a uno sacó al jardín a todos sus bonsais. Entre las herramientas buscó una pala y cuidadosamente los trasplantó alejados de la casa.

Sin más demora entró en la casa y le prendió fuego a todo. De nuevo salió al jardín, caminó una distancia prudencial y se quedó allí inmóvil viendo como las llamas lo devoraban todo. Sonreía. Era la mismísima personificación del alivio. Se permitió derramar una lágrima, no de tristeza ni de alegría, una lágrima indefinida, una lágrima de esas incontenibles, que se apoderan de todo tu ser y ni el mayor titánico esfuerzo es capaz de retener. Eso también le gustó, su nuevo yo continuaba siendo un ser humano, quizá el último ser humano. Después el vacío, la nada, la mente libre.

El acompasado sonido de las sirenas le devolvió al lugar donde se había quedado observándolo todo y sin dudarlo decidió continuar allí contemplado su creación.

Kiko Vallejo

martes, 16 de noviembre de 2010

¿Y Tú?

Sí, yo me muevo, vivo, me equivoco;
agua que corre y se entremezcla, siento
el vértigo feroz del movimiento:
huelo las selvas, tierra nueva toco.

Sí, yo me muevo, voy buscando acaso
soles, auroras, tempestad y olvido.
¿Qué haces allí misérrimo y pulido?
Eres la piedra a cuyo lado paso.

Alfonsina Storni

jueves, 11 de noviembre de 2010

Mentira Retroactiva

Mientras

le das tiempo

a tu sonrisa,

a tu mirada

a convencerse,

yo gritaré

a los cuatro vientos

que no quiero saber

nada mas de ti.


No hay mentira

mas grande

que la que se cree

uno mismo.

Kiko Vallejo

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Los Despavoridos

Negros en la nieve y en la bruma,
frente al gran tragaluz que se alumbra
con su culo en corro,

de hinojos, cinco niños con hambre
miran cómo el panadero hace
una hogaza de oro...

Ven girar al brazo fuerte y blanco
en la masa gris que va horneando
en la boca clara,

y escuchan cómo el rico pan cuece;
y el panadero, de risa alegre
su tonada canta

Se apiñan frente al tragaluz rojo,
quietos, para recibir su soplo
cálido cual seno;

y cuando, al dar las doce, el pan sale
pulido, torneado y curruscante,
de un rubio moreno,

cuando, bajo las vigas ahumadas,
las cortezas olorosas cantan,
como canta el grillo,

cuando sopla esa boca caliente
la vida... con el alma alegre
cobijada en pingos,

se dan cuenta de lo bien que viven...
¡Pobres niños que la escarcha viste!
-Todos tan juntitos,

apretando su hociquillo rosa
a las rejas; cantan cualquier cosa
por los orificios,

quedos, quedos -como una plegaria...
inclinados hacia la luz clara
de este nuevo cielo,

tan tensos, que estallan los calzones:
y sus blancas camisas de pobres
tiemblan en el cierzo.

Arthur Rimbaud

jueves, 4 de noviembre de 2010

Fué Sueño Ayer...

Fue sueño ayer, mañana será tierra.
¡Poco antes nada, y poco después humo!
¡Y destino ambiciones, y presumo
apenas punto al cerco que me cierra!

Breve combate de importuna guerra,
en mi defensa, soy peligro sumo,
y mientras con mis armas me consumo,
menos me hospeda el cuerpo que me entierra.

Ya no es ayer, mañana no ha llegado;
hoy pasa y es y fue, con movimiento
que a la muerte me lleva despeñado.

Azadas son la hora y el momento
que a jornal de mi pena y mi cuidado
cavan en mi vivir mi monumento.

Francisco de Quevedo

martes, 2 de noviembre de 2010

Los Que Estan

Exhausto
solo puedo contemplar
como me envuelve
un halo de pesimismo
que no tiene diagnóstico aparente.

Mecánicamente realizo mis tareas,
adoctrinado por una letal rutina
que me incapacita por completo.

Es un estado de ánimo autoimpuesto
o quizá el peso de las toneladas de mierda
que vengo arrastrando de lejos
y que se magnifica
por la incapacidad
de alcanzar el borde del precipicio,
ese punto que una vez logrado
supondría el inicio
de un vuelo libre y despreocupado.

Desconozco mi futuro
o si realmente existe un futuro,
solo sé del ahora,
del presente implacable en el que vivo
y que veo pasar ante mi ojos
como un espectador en el cine
que aguarda pacientemente
el final de una aburridísima película.

No me resigno
y quizá debería hacerlo,
sería la salida mas fácil,
pero una vez fui Capitán
y eso quieras o no
te marca para siempre.

"Los jóvenes no saben
de la experiencia de una derrota
y que hay que perderlo todo
para saber un poco
"
escribe Camus,
yo que aún soy joven,
he perdido todo varias veces
y me he rehecho otras tantas,
siento la apremiante necesidad
de experimentar algún triunfo,
uno insignificante,
sin mérito ni reconocimiento,
alguna nimiedad que me demuestre
que los perdedores crónicos
a veces se alzan con la victoria.

No persigo la compasión de nadie,
ni compañías vacías e hipócritas,
eso no es una meta, es una mierda.
Simplemente ansío vislumbrar
una centelleante luz en el horizonte
o una leve brisa que empuje mi barco.

A pesar de todo
no caigo en el desánimo
y cada día me levanto
de la lona
con la mayor entereza que puedo
y me recuerdo a mi mismo
que no hay que sucumbir,
que a pesar
de que las fuerzas escasean
por ahí quedan muchas cosas
que merecen la pena,
y con la certeza de saber
que si me falta la energía
puedo extender mi mano
y alguno de los que están
me ayudará a levantarme.

Gracias por estar.

Kiko Vallejo

martes, 26 de octubre de 2010

Sueño 2

- Silencio -

Mi mirada

no me hace caso,

solo chilla y aúlla,

pero os resulta

imperceptible.

Estoy demasiado

ocupado en relatarme

a mi mismo

mis propias estupideces.

He cosido mi boca,

ahora me alimento

de buenos momentos

y de fragancias

efímeras.


- Ostracismo -

Condenado al,

no se si es un castigo

o una bendición de los dioses.

Regreso a mis solitarios

paseos por el vacío,

pero ya no tienen gracia

conozco sus senderos.

¿Cúal ha sido mi afrenta

esta vez?

Podría dedicar cien

años a reflexionarlo,

pero no lo haré.

Horacio,

¿Te apetece

un café?


- Carcajadas -

En el espejo

solo se refleja

una parodia mía.

¿Me salvan los disfraces?

Este mes decidí

ponerme el de

gigante con pies de barro

y correr por los charcos.

En algún momento

no tendré pies,

pero disfrutaré las

tardes riéndome

y chapoteando en mi

propio lodo.


- Amor -

¿Qué piensas del amor

en cinco palabras?,

escríbelo en este cuaderno.

"Encontrado,

no lo dejes escapar."

Eso es lo que le puse

a la rubia bohemia

en su libreta


- Sueños -

Aún os tengo,

aún os espero,

aún os sueño.


Kiko Vallejo

lunes, 25 de octubre de 2010

El Hombre Muerto (fragmento)

"El hombre intentó mover la cabeza en vano. Echó una mirada de reojo a la empuñadura del machete, húmeda aún del sudor de su mano. Apreció mentalmente la extensión y la trayectoria del machete dentro de su vientre, y adquirió fría, matemática e inexorable, la seguridad de que acababa de llegar al término de su existencia."

Horacio Quiroga

viernes, 22 de octubre de 2010

Tengo Ganas de Ver 2

Después de

doscientos setenta y seis días

encerrado a oscuras

en este pequeño habitáculo,

colgado cabeza abajo,

entretenido en

comer láminas de queso

mientras escucho rumbas,

tengo ganas de ver

esa preciosa luna llena

que cuando toca,

ilumina el cielo

de Madrid.

Kiko Vallejo

La Comendadora (fragmento)

Sus ojos parecían armados del rayo de la Excomunión. A poco que se contemplara a aquella mujer, conocíase que dondequiera que ella imperase no habría más arbitrio que matarla u obedecerla. Y, sin embargo, su gesto no expresaba crueldad ni mala intención, sino estrechez de principios y una intolerancia de conducta incapaz de transigir en nada ni por nadie.

Esta señora vestía saya y jubón de alepín negro de la reina, y cubría la escasez de sus canas con una toquilla de amarillentos encajes flamencos.

Sobre la falda tenía abierto un libro de oraciones, pero sus ojos habían dejado de leer, para fijarse en un niño de seis a siete años, que jugaba y hablaba solo, revolcándose sobre la alfombra en uno de los cuadrilongos de luz de sol que proyectaban los balcones en el suelo de la anchurosa estancia.

Este niño era endeble, pálido, rubio y enfermizo, como los hijos de Felipe IV pintados por Velázquez. En su abultada cabeza se marcaban con vigor la red de sus cárdenas venas y unos grandes ojos azules, muy protuberantes. Como todos los raquíticos aquel muchacho revelaba extraordinaria viveza de imaginación y cierta iracundia provocativa, siempre en acecho de contradicciones que arrostrar.

Vestía, como un hombrecito, medias de seda negra, zapato con hebilla, calzón de raso azul, chupa de lo mismo, muy bordada de otros colores, y luenga casaca de terciopelo negro.

A la sazón se divertía en arrancar las hojas a un hermoso libro de heráldica y en hacerlas menudos pedazos con sus descarnados dedos, acompañando la operación de una charla incoherente, agria, insoportable, cuyo espíritu dominante era decir: «-Mañana voy hacer esto. -Hoy no voy a hacer lo otro. -Yo quiero tal cosa. -Yo no quiero tal otra...», como si su objeto fuese desafiar la intolerancia y las censuras de la terrible anciana.

¡También infundía terror el pobre niño!

Pedro Antonio de Alarcón

miércoles, 20 de octubre de 2010

Club Social 5

(El Director del Club Social
desde la tribuna se dirige
al público asistente a la
ceremonia)


A pesar de la dificultad
para elegir un vencedor
debido a la calidad de las obras
participantes,
nos llena de orgullo
y satisfacción
anunciar un año mas
al ganador del certamen
"Club Social con la Bellas Artes".

(El público permanece
expectante mientras
el director del Club Social
abre cuidadosamente el sobre
que contiene los datos
del vencedor)


El premio de la actual
edición ha sido otorgado
a la serie pictórica "DERRAPES"
cuya autoría no será desvelada
por deseo expreso del
artista.

(El público aplaude
de forma ensordecedora.
El director aguarda
pacientemente a que finalicen
las muestras de reconocimiento.
Continua el discurso)


La serie "DERRAPES"
se caracteriza por
un acentuado surrealismo y abstracción,
y se compone de numerosas
obras monocromáticas
rebosantes de delicadeza y rebeldía,
que han sido plasmadas
de un solo trazo
empleando el impoluto
escenario de la taza
del váter
como lienzo.

Con una sublime
maestría,
el artista ha expresado
su visión personal
a cerca de la realidad
en la que se encuentra inmerso,
tratando en todo
momento de envolver
al espectador
en un halo de
reflexión y crítica.

(El público vuelve
a interrumpir el
discurso con vítores y bravos.
Una vez se instaura la calma
el Director prosigue.)


No tengo palabras
para describir
el crisol de sensaciones
que se experimenta
cada vez que
uno quiere hacer
uso del excusado
y se encuentra
ante la tremenda
decisión de
realizar sus necesidades
sobre esa magnífica
expresión artística.

¿Qué clase de desalmado
no se para a reflexionar
a cerca de hacer sus deposiciones
sobre una obra de arte
de semejante calado?
Pero lo efímero de la misma
y las expectativas que se generan
por poder disfrutar
de la siguiente,
sirven al mas osado
como justificación
para hacerla desaparecer
de un plumazo.

Como Director
no me queda mas que
reiterar la encomiable
trayectoria
del artista
y sugerirle
desde mi humilde
opinión que nunca
haga uso de la escobilla,
que clarísimamente
ha sido concebida
como instrumento
para atentar
directamente contra la
expresión artística.

(De nuevo el público
rompe en aplausos.
Se da por clausurada
la entrega de premios)


Kiko Vallejo

domingo, 10 de octubre de 2010

Yo nací un día de Otoño

Nunca os lo he contado pero
yo nací un día de Otoño.

He tratado muchas veces
de recordar ese instante
pero no lo consigo,
solo puedo imaginarlo.

Durante doce años
fui totalmente feliz
aunque no sé
si lo recuerdo
o lo imagino.

A partir de ahí
si que tengo claro que
no soy capaz de distinguir
situaciones imaginarias
de recuerdos,
¿qué le vamos a hacer?

Hay momentos
en que disfruto recordando
mis amores
y por consideración
suelo imaginar
que me importó perderlos.
¿No se realmente si es así?,
yo que sé,
la verdad
que podría hacer memoria.

Otras veces me imagino
como han sido
los últimos años,
solitario,
incomprensible,
incomprendido,
desaliñado,
bohemio,
soñador,
¡que imaginación tengo!,
luego me siento a reflexionar,
mi imaginación
no da para tanto,
deben ser recuerdos.

Lo que más me gusta
son esos ratitos
muy míos
cuando rememoro
aquella noche que la Luna
me sacó a bailar
y esa tarde que
pasé escuchando
como crecía
la hierba
y aquella mañana
que tumbado
panza arriba
moldeaba las nubes
a mi antojo,
buenos recuerdos.

Creo que estoy
algo confuso,
al menos me contentaré
creyendo que
yo nací un día de Otoño.

Kiko Vallejo

lunes, 20 de septiembre de 2010

Ojo por Ojo

¡¡¡¡ CUPIDO !!!!

Si a ti no te tembló el pulso

al lanzarme esa flecha,

ahora ahí tirado,

puedes comprobar que

a mi tampoco me tiembla.

"Ojo por ojo,

diente por diente".


Kiko Vallejo

domingo, 19 de septiembre de 2010

Club Social 4

La monotonía

se ha adueñado

del club social

en las últimas semanas.


Tras largas deliberaciones,

debates interminables y

propuestas inverosímiles,

hemos concluido que

DEBEMOS PONER

UN POCO DE MAGIA

EN NUESTRAS VIDAS
.


Por unanimidad y

con carácter de urgencia

se ha procedido a adquirir

una baraja de cartas,

unos pañuelos de colores,

una varita mágica y

una chistera

con conejo incluido.

Kiko Vallejo

viernes, 10 de septiembre de 2010

Persona Normal

Hay momentos

en los que me gustaría

poseer un baúl

repleto de disfraces

para elegir

el de persona normal

y perderme

entre la multitud

que en unas horas

escuchará la llamada

del flautista

interpretando

la dulce

y embriagadora

melodía

de la rutina.

Kiko Vallejo

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Fin de Trayecto

Pasan las estaciones

y ni me inmuto,

pues mi destino

es el trayecto eterno.

Mi equipaje de sueños

ha despertado

y mi único compañero,

la botella,

se ha terminado.

El Gran Charli

martes, 7 de septiembre de 2010

Tombuctú

En los cables

de la luz

de una calle

de Tombuctú

cuelgan las pieles

de los gatos

que han cazado

para comer

los niños que

viven

en la calle.

Kiko Vallejo

martes, 31 de agosto de 2010

Calígula (fragmento)

HELICÓN. Buenos días, Cayo.

CALÍGULA. Buenos días, Helicón.

HELICÓN. Pareces fatigado.

CALÍGULA. He caminado mucho.

HELICÓN. Sí, tu ausencia duró largo tiempo.

CALÍGULA. Era difícil de encontrar.

HELICÓN. ¿Qué cosa?

CALÍGULA. Lo que yo quería.

HELICÓN. ¿Y qué querías?

CALÍGULA. La luna.

HELICÓN. ¿Qué?

CALÍGULA. Sí, quería la luna.

HELICÓN. ¡Ah!¿Para qué?

CALÍGULA. Bueno... Es una de las cosas que no tengo.

HELICÓN. Claro. ¿Y ya se arregló todo?

CALÍGULA. No, no pude conseguirla.

HELICÓN. Qué fastidio.

CALÍGULA. Sí, por eso estoy cansado. ¡Helicón!

HELICÓN. Sí, Cayo.

CALÍGULA. Piensas que estoy loco.

HELICÓN. Bien sabes que nunca pienso.

CALÍGULA. Sí. ¡En fin! Pero no estoy loco y aun más: nunca he sido tan razonable.
Simplemente, sentí en mí de pronto una necesidad de imposible. Las cosas tal
como son, no me parecen satisfactorias.

HELICÓN. Es una opinión bastante difundida.

CALÍGULA. Es cierto. Pero antes no lo sabía. Ahora lo sé.El mundo, tal como está, no es soportable. Por eso necesito la luna o la dicha, o la inmortalidad, algo descabellado quizá, pero que no sea de este mundo.

Albert Camus

jueves, 26 de agosto de 2010

La Pequeña Mariam

La pequeña Mariam
se me presenta
con una enorme sonrisa,
adornada con trencitas
anudadas con pedazos de una bolsa
y cubierta con los jirones
de una sucia camiseta.

La pequeña Mariam
coge mi mano
y me mira fijamente,
con su dulce vocecita
me dice cosas
que no puedo entender,
pero es muy agradable,
en cada pausa me regala
otra enorme sonrisa.

La pequeña Mariam
se sienta a mi lado,
acaricia mi barba
y juguetea con mi pelo
mientras canturrea
una alegre canción.

La pequeña Mariam
me pide mi botella
de agua casi vacia,
sin dudarlo
se la regalo
junto con el paquete
de galletas
que compre para desayunar.

La pequeña Mariam
sabe que mi barco
parte en unos instantes,
me da un besito
en la mejilla,
vuelve a coger mi mano
a modo de despedida
y me regala
otra enorme sonrisa.

Adiós pequeña Mariam
te deseo lo mejor.

Kiko Vallejo.

sábado, 24 de julio de 2010

Un Viejo que Leía Novelas de Amor (fragmento)

- ¿Has leído muchos libros?

- Unos cuantos. Antes,cuando todavía era joven y no se me cansaban los ojos, devoraba toda obra que llegara a mis manos.

- ¿Todos los libros tratan de santos?

- No. En el mundo hay millones y millones de libros. En todos los idiomas y tocan todos los temas, incluso algunos que deberían estar vedados para los hombres.

Antonio José Bolivar no entendió aquella censura, y seguía con los ojos clavados en las manos del cura, manos regordetas, blancas sobre el empaste oscuro.

- ¿De que hablan los otros libros?

- Te lo he dicho. De todos los temas. Los hay de aventuras, de ciencia, historias de seres virtuosos, de técnica, de amor ...

Lo último le interesó. Del amor sabía aquello referido en las canciones, especialmente en los pasillos cantados por Julito Jaramillo, cuya voz de guayaquileño pobre escapaba a veces de una radio a pilas tornando taciturnos a los hombres. Según los pasillos, el amor era como la picadura de un tábano invisible, pero buscado por todos.

- ¿Como son los libros de amor?

- De eso me temo que no puedo hablarte. No he leído más de un par.

- No importa.¿Como son?

- Bueno, cuentan la historia de dos personas que se conocen, se aman y luchan por vencer las dificultades que les impiden ser felices.

Luis Sepúlveda

jueves, 22 de julio de 2010

Demasiado Noble

- ¡Demasiado noble para ser súbdito de nadie, Princesa!

- Aquí, delante de esta copa de veneno que acabo de degustar y con el vasto océano como testigo, solo me queda decir que, "quien algo quiere algo le cuesta", y prefiero arrojarme por la borda maniatado y con el estomago lleno de muerte, antes que aceptar limosnas ni arrastrarme ante nadie.

- Aún debes saber que no te guardo rencor, demasiada carga incomoda al barquero, así que me iré regalándote mi mejor sonrisa y con la esperanza de que allí, en el Hades, al compas de las más bellas melodías nos fundiremos en un beso eterno, incapaz de ser descrito por los más hábiles poetas que la tierra haya conocido.

- ¡Ahórrate empujarme, que ya salto YO!

Kiko Vallejo

martes, 20 de julio de 2010

Tengo Ganas de Ver 1

Tengo ganas de ver

como los emprendedores

fundan fábricas de gillotinas

para asumir la demanda

del populacho,

ciego de ira,

contra aquellos

que nunca le tuvieron en cuenta.

Kiko Vallejo

miércoles, 14 de julio de 2010

La Ciudad y los Perros (fragmento)

La sopa esta hirviendo. La mujer parecía haberla olvidado. Vuelta hacia la habitación contigua, esperaba la respuesta de Teresa, los pelos cubriéndole la frente, inmovil y ansiosa.

- ¿Quién te ha invitado? - repitió. Y comenzó a abanicarse el rostro a toda prisa.

- Ese muchacho que vive en la esquina - dijo Teresa, posando la escoba en el suelo.

- ¿Qué esquina?

- La casa de ladrillos, de dos pisos. Se llama Arana.

- ¿Así se llaman ésos? ¿Arana?

- Sí.

- ¿Ese que anda con uniforme? - insistió la mujer.

- Sí. Está en el Colegio Militar. Hoy tiene salida. Vendrá a buscarme a las seis.

La mujer se acercó a Teresa. Sus ojos abultados estaban muy abiertos.

- Ésa es buena gente - le dijo -. Bien vestida. Tienen auto.

- Sí - dijo Teresa -. Uno azul.

- ¿Has subido a su auto? - preguntó la mujer con vehemencia.

- No. Sólo he conversado una vez con ese muchacho, hace dos semanas. Iba a venir el domingo pasado, pero no pudo. Me mandó una carta.

Súbitamente, la mujer dió media vuelta y corrió a la cocina. El fuego se había apagado, pero la sopa continuaba hirviendo.

- Vas a cumplir dieciocho años - dijo la mujer, reanudando el combate contra los rebeldes cabellos -. Pero no te das cuenta. Me quedaré ciega y nos moriremos de hambre, si no haces algo. No dejes escapar a ese muchacho. Tienes suerte que se haya fijado en ti. A tu edad, yo ya estaba encinta. ¡Para qué me dio hijos el Señor si me los iba a quitar después!!Bah¡

- Sí, tía - dijo Teresa.

Mario Vargas Llosa

martes, 13 de julio de 2010

Desconsolado

He conocido el amor y el desamor.

He disfrutado de las bajas pasiones
y he clamado al cielo por las caricias perdidas.

Los amigos los cuento con los dedos de una mano.

Mi familia me quiere,
me siento afortunado por ello.

Algún enemigo he cosechado por el camino,
lo considero cuestión de principios.

Mi equipaje se reduce a alguna foto que contemplar
los días que me invada la melancolía.

No llevo dinero,
nada de lo que necesito puedo comprar con el.

Aquí estoy,
desconsolado en este vagón de tren,
alejándome,
sin ningún adiós pronunciado.

Kiko Vallejo

domingo, 11 de julio de 2010

Los Invasores (fragmento)

El pueblo está en pleno descalabro cuando llega jadeando un niño a la plaza del mercado:

-!Los invasores no vienen!¡Han tomado el camino del norte!

Todos se miran entre sí con desprecio, desconfianza y cólera. El frente unido ante el invasor se desmorona. El rencor se une al alivio. Los ricos retoman su superioridad, satisfechos de no tener que pagar ningún tributo al ocupante. Decepcionado, el clan de botafuegos hace un desfile para exhibir sus armas inutilizadas, inutiles para siempre. Los pobres saben que para ellos no cambiará nada. Las mujeres guardan con desgana sus perfumes, su ropa interior, sus fantasías.

Solamente una pandilla de chiquillos, responsables de lo que no fué mas que una incocentada, se carcajean a escondidas al descubrir los descarríos de los adultos.

Georges Moustaki

jueves, 8 de julio de 2010

Estrella Distante (Fragmento)

Y ahí, en esas alturas, comenzó a escribir un poema en el cielo. Al principio creí que el piloto se habia vuelto loco y no me pareció extraño. La locura no era una excepción en aquellos días. Pensé que giraba en el aire deslumbrado por la desesperación y que luego se estrellaría contra algún edificio o plaza de la ciudad. Pero acto seguido, como engendradas por el mismo cielo, en el cielo aparecieron las letras. Letras perfectamente dibujadas de humo gris negro sobre la enorme pantalla de cielo azul rosado que helaban los ojos que las miraban.

Roberto Bolaño

miércoles, 7 de julio de 2010

Club Social 3

En el Club Social
una vez al mes se celebran
las jornadas de cuentacuentos.

En la última sesión quedamos
fascinados con la historia
de los duendecillos altruistas
que hicieron el trabajo del zapatero.

Apelando a nuestro mas profundo espiritu infantil,
deseando su visita,
desde hace tres semanas no limpiamos la cocina.

Todas la noches
dejamos abierta la terraza
para facilitarles la entrada,
pero lo único que hemos observado,
es una perfecta hilera de hormigas
que avanzan en procesión
hasta el fregadero.

Kiko Vallejo

viernes, 2 de julio de 2010

La Carta

Una vez un niño, no tan niño, encontró unas hojas de papel y unos lápices de colores. Sin dudarlo, cogió una de ellas y dibujó una estrella. Cogió otra y pintó la luna. No pudo resistir la tentación y sin parar hasta que solo quedaron dos, dibujó flores y nubes, animales y pájaros, el sol, con su amanecer y su atardecer, un bosque en primavera y otro en otoño y unas preciosas montañas cubiertas de nieve. En la penúltima hoja escribió una poesía y con la última de ellas construyó un sobre donde lo metió todo.

No escribió ningún remite y no colocó sello alguno, lo único que anotó en el fue, “Para todo aquel que se halla olvidado del cielo azul, del brillo del sol y las estrellas, de la belleza de una montaña, del olor de una flor, del vuelo libre de un pájaro, de un lugar lleno de animales salvajes, de las formas que hacen las nubes, de los bosques verdes en primavera y dorados en otoño, de observar un amanecer o dibujar un atardecer, de disfrutar con una poesía, y lo más importante de todo, para todos aquellos que olvidaron que algún día fueron niños.”

Después de escribir esto, cerró el sobre y lo metió en el buzón, esperando que la carta llegara a su destino.

Pasó mucho tiempo y ese niño, que ya no era tan niño, se hizo un hombre con todo lo que acarrea ser un hombre. Se le llenó la cabeza de preocupaciones y no recordaba que una vez fue un niño. Permaneció así largo tiempo, hasta que un día vio que el cartero le había dejado una vieja carta que parecía haber sido abierta y cerrada muchas veces, y que no tenía ni remite ni sello alguno y tan solo decía, “Para todo aquel que se halla olvidado del cielo azul, del brillo del sol y las estrellas, de la belleza de una montaña, del olor de una flor, del vuelo libre de un pájaro, de un lugar lleno de animales salvajes, de las formas que hacen las nubes, de los bosques verdes en primavera y dorados en otoño, de observar un amanecer o dibujar un atardecer, de disfrutar con una poesía, y lo más importante de todo, para todos aquellos que olvidaron que algún día fueron niños.”

Kiko Vallejo

martes, 29 de junio de 2010

El Señor Pascual

El señor Pascual llevaba varios años ya en el manicomio y ni una sola vez había sido infiel a su rutina. Como un reloj de maquinaria Suiza, todos los días a las doce menos diez del mediodía, cruzaba a toda prisa los pasillos de la primera planta murmurando una retahila incomprensible.

Antes de salir a la calle, se tomaba unos instantes para increpar al celador y malhumoradamente proseguía su camino. Caminaba de forma cuidadosa por el estrecho sendero de baldosas, procurando con su pie derecho no cubrir ni una sola línea y con el izquierdo no dejar de pisarlas.

Una vez en la zona ajardinada, corría en dirección al aparcamiento del sanatorio haciendo aspavientos para asustar a las palomas. Delante de la señal de prohibido aparcar que delimitaba el espacio reservado para ambulancias, se quedaba inmóvil como una esfinge y comenzaba a aullarle durante una hora.

Transcurrida la misma, repetía mecánicamente su ritual mientras regresaba, entraba sonriente al comedor, y con una voz enérgica y penetrante gritaba: - ¡¡¡ Nadie, aullando a la Luna, alcanza amor ni fortuna!!!

Kiko Vallejo

domingo, 20 de junio de 2010

El barrio de casas iguales

En el barrio de casas iguales,
dos señoras vestidas de la misma manera,
mantienen la conversación de todos los días.

En el barrio de casas iguales,
dos señores abren a las ocho el portón de su garage,
se ajustan sus corbatas y afrontan su rutina.

En el barrio de casas iguales,
dos niñitas con coletas ríen y corren a la par,
mientras marchan a la escuela.

En el barrio de casas iguales,
a las doce de la noche
nada se convierte en calabaza.

Kiko Vallejo

sábado, 19 de junio de 2010

El Bigote

Castillo de Solles, lunes 30 de julio de 1883.

Querida Lucía, nada nuevo. Vivimos en el salón viendo cómo cae la lluvia. No se puede salir con este tiempo horroroso; entonces hacemos teatro. Qué estúpidas son, querida, las obras de teatro del repertorio actual. Todo es forzado, todo es grosero, pesado. Las bromas impactan como las balas de cañón, rompiéndolo todo. Ni rastro de espíritu, de naturalidad, ningún humor, ninguna elegancia. Estos literatos por cierto no saben nada del mundo. Ignoran por completo cómo pensamos y cómo hablamos nosotros. Tolero perfectamente que desprecien nuestras costumbres, nuestras convenciones y nuestros modales, pero no les permito en absoluto que no los conozcan. Para ser finos, hacen juegos de palabras que podrían servir para alegrar un cuartel militar; para ser joviales nos sirven un ingenio que han debido cosechar en las alturas del bulevar exterior, en esas cervecerías llenas de artistas en las que se repiten, desde hace cincuenta años, las mismas paradojas de estudiante.

En fin, hacemos teatro. Como sólo somos dos mujeres, mi marido desempeña los papeles de doncella, y para ello se afeitó. No te imaginas, querida Lucía, qué cambiado está, ya no lo reconozco... ni de día ni de noche. Si no dejase crecer enseguida su bigote creo que le sería infiel, de tanto que me disgusta así.

En serio, un hombre sin bigote deja de ser un hombre. No me gusta mucho la barba que casi siempre da un aspecto desaliñado, pero el bigote, ¡ay, el bigote!, se hace imprescindible en una fisonomía viril. No, nunca podrías imaginar cuán útil resulta para la vista y... las relaciones entre esposos... este pequeño cepillo de vello en el labio. Se me han ocurrido un montón de reflexiones sobre este tema que apenas me atrevo a contarte por escrito. Te las diré de buena gana... en voz baja. Pero las palabras que expresan ciertas cosas son tan difíciles de encontrar, y algunas palabras insustituibles, resultan tan feas sobre el papel, que no puedo escribirlas. Y además, el tema es tan complejo, tan delicado, tan escabroso, que necesitaría una ciencia infinita para abordarlo sin peligro.

¡En fin! Da igual si no me entiendes. Y además, querida, procura leer entre líneas.

Sí, cuando mi marido me llegó afeitado, enseguida supe que jamás sentiría debilidad por un comediante, ni por un predicador, aunque fuese el padre Didon, el más seductor de todos. Y cuando más tarde estuve a solas con él (mi marido), fue mucho peor. ¡Oh! querida Lucía, nunca te dejes besar por un hombre sin bigote; sus besos no tienen ningún sabor, ninguno, ninguno! Ya no tiene ese encanto, esa suavidad y esa... pimienta, sí, esa pimienta del auténtico beso. El bigote es su guindilla.

Imagínate que te apliquen en el labio un pergamino seco... o húmedo. Esa es la caricia del hombre afeitado. Desde luego ya no merece la pena.

¿De dónde viene pues la seducción del bigote, me preguntarás? ¿Acaso lo sé?

Primero te produce un delicioso cosquilleo. Te roza la boca y sientes un escalofrío agradable por todo el cuerpo, hasta la punta de los pies. Es él quien acaricia, quien estremece y sobresalta la piel, quien otorga a los nervios esa vibración exquisita que te arranca ese pequeño "¡Ah!", como si una tuviese mucho frío.

¡Y en el cuello! Sí, ¿has sentido alguna vez un bigote en tu cuello? Eso te embriaga y te crispa, te baja por la espalda, te llega hasta la punta de los dedos. Te retuerces, mueves los hombros, echas la cabeza hacia atrás. Una desearía huir y quedarse; ¡es adorable e irritante! ¡Pero qué sensación tan agradable!

Hay más todavía... ¡de verdad, ya no me atrevo! Un marido que te quiere del todo sabe encontrar un montón de recónditos lugares donde esconder sus besos, de los cuales una no se percataría nunca sola. Pues bien, sin bigote esos besos también pierden mucho de su sabor; ¡sin contar que se vuelven casi indecentes! Explícalo como puedas. En cuanto a mí, ésta es la razón que lo justifica. Un labio sin bigote está igual de desnudo que un cuerpo sin ropa; y, la ropa siempre hace falta, muy poca si tú quieres, ¡pero es necesaria!

El Creador (no me atrevo a escribir otra palabra al hablar de estas cosas), el Creador tuvo el detalle de velar todos los amparos de nuestra carne donde tenía que esconderse el amor. Una boca afeitada se me parece a un bosque talado alrededor de alguna fuente a donde se va a comer y dormir.

Eso me recuerda una frase (de un político) que desde hace tres meses me está dando vueltas en la cabeza.

Mi marido, que lee los periódicos, me leyó, una noche, un discurso singular de nuestro ministro de agricultura que se llamaba entonces el señor Méline, ¿habrá sido sustituido por otro? Lo ignoro.

No estaba escuchando, pero el nombre de Méline me llamó la atención. Me recordó, no sé muy bien porqué, las escenas de la vida de Bohemia. Creí que se trataba de una modistilla. Así fue cómo memoricé unos fragmentos de este discurso. Entonces el señor Méline les hacía a los habitantes de Amiens, creo, esta declaración cuyo significado llevaba buscando hasta la fecha: "No hay patriotismo sin agricultura". Pues ese significado, lo he hallado hace un rato; y he de confesarte que no hay amor sin bigote. Cuando uno lo dice de este modo suena raro, ¿verdad?

¡No hay amor sin bigote!

"No hay patriotismo sin agricultura", afirmaba el señor Méline; y tenía razón ese ministro, ¡ahora lo entiendo!

Desde otro punto de vista, el bigote es esencial. Determina la fisonomía. Te da un semblante dulce, tierno, violento, de rudo, de golfo, ¡de atrevido! El hombre barbudo, realmente barbudo, el que lleva todo el pelo (¡oh!, ¡qué palabra más fea!) en las mejillas no tiene finura en la cara, pues quedan ocultos sus rasgos; y la forma de la mandíbula y del mentón revelan muchas cosas a quien sabe ver. El hombre con bigote conserva su aspecto propio y su elegancia al mismo tiempo.

¡Y qué variados son esos bigotes!

Tanto son solapados, rizados, como coquetos. ¡Estos parecen querer a las mujeres por encima de todo!

Tanto son puntiagudos, como agujas, amenazadores. Éstos prefieren el vino, los caballos y las batallas.

Tanto son enormes, caídos, espantosos. Éstos enormes suelen disimular un carácter excelente, una bondad que linda con la debilidad y una dulzura que se confunde con la timidez.

Además, lo que primero me encanta del bigote es que sea francés, muy francés. Procede de nuestros padres los galos y luego perduró como señal de nuestro carácter nacional.

Es fanfarrón, galante y bravo. Se empapa graciosamente de vino y sabe reír con elegancia, mientras que las anchas mandíbulas barbudas son pesadas en todo lo que hacen.

Por cierto, me acuerdo de una cosa por la que lloré con fuerza y que me hizo también, ahora me doy cuenta de ello, amar el bigote en los labios de los hombres.

Fue durante la guerra, en casa de papá. Era jovencita por aquel entonces. Un día hubo un combate cerca del castillo. Llevaba toda la mañana oyendo cañonazos y disparos, y por la noche un coronel alemán entró y se instaló en nuestra casa. Luego, al día siguiente se marchó. Fueron a avisar a mi padre de que había muchos muertos en los campos. Los mandó traer a casa para enterrarlos juntos. Los tumbaban a lo largo de la gran avenida de abetos, por ambos lados, a medida que iban llegando; y como empezaban a oler mal, se les echaba tierra en el cuerpo mientras se esperaba a que hubieran cavado la fosa común. De este modo ya no se veía más que sus cabezas que parecían salir del suelo, igual de amarillas, con sus ojos cerrados. Quise verlos; pero cuando descubrí aquellas dos largas líneas de horribles caras, pensé que iba a perder el sentido; y me puse a examinarlas, una tras otra, procurando adivinar lo que habían sido esos hombres.

Los uniformes estaban enterrados, ocultos bajo la tierra, y sin embargo de repente, sí querida, de repente reconocí a los franceses, ¡por su bigote!

Unos se habían afeitado el día mismo del combate, ¡como si hubiesen querido ser coquetos hasta el último momento!. No obstante, su barba había crecido un poco, pues sabes que la barba sigue creciendo aún después de la muerte. Otros parecían tenerla de ocho días, pero todos al fin llevaban el bigote francés, muy distinto, el orgulloso bigote, que parecía estar diciendo: "No me confundas con mi vecino barbudo, pequeña, soy de los tuyos". Y lloré, ¡oh!, lloré mucho más que si no los hubiese reconocido de esta manera, a esos pobres muertos.

Hice mal en contarte esto. Ahora estoy triste y me siento incapaz de charlar por más tiempo.

Venga, adiós, querida Lucía. Te envío un abrazo con toda mi alma. ¡Viva el bigote!

Jeanne.

Guy de Maupassant

miércoles, 16 de junio de 2010

La casa de Asterión (fragmento)

El hecho es que soy único. No me interesa lo que un hombre pueda transmitir a otros hombres; como el filósofo, pienso que nada es comunicable por el arte de la escritura. Las enojosas y triviales minucias no tienen cabida en mi espíritu, que está capacitado para lo grande; jamás he retenido la diferencia entre una letra y otra. Cierta impaciencia generosa no ha consentido que yo aprendiera a leer. A veces lo deploro, porque las noches y los días son largos.

Jorge Luis Borges

martes, 15 de junio de 2010

Club Social 2

Hoy ha sido un dia de festejos.

Hemos entonado cánticos

y bailado durante varias horas.

Hemos lanzado petardos

y contado chistes en la sobremesa.

La algarabia,

el júbilo,

las carcajadas,

han sido derrochadas.

Hoy tras varios meses,

hemos vuelto a comer un filete

en el club social.

Kiko Vallejo

lunes, 14 de junio de 2010

El Principito (framento)

El principito atravesó el desierto y no encontró más que una flor. Una flor de tres pétalos, una flor insignificante...

-¡Buenos días! - dijo el principito.

-¡Buenos días! - respondió la flor.

-¿Donde están los hombres? - preguntó cortésmente el principito.

La flor habia visto un día pasar una caravana.

-¿Los hombres? Creo que no existen más que seis o siete. Los vi hace años; pero no se sabe nunca donde encontrarlos. El viento los lleva, pues no tienen raíces. Y no tenerlas les causa amargura.

-¡Adiós! - dijo el principito.

-¡Adiós! - dijo la flor.

A. de Saint Exupéry

domingo, 13 de junio de 2010

La Casada Infiel

Y que yo me la lleve al río

creyendo que era mozuela

pero tenía marido.



Fue la noche de Santiago

y casi por compromiso.

Se apagaron los faroles

y se encendieron los grillos.

En las últimas esquinas

toque sus pechos dormidos,

y se me abrieron de pronto

como ramos de jacintos.

El almidón de su enagua

me sonaba en el oído

como una pieza de seda

rasgada por diez cuchillos.

Sin luz de plata en sus copas

los árboles han crecido

y un horizonte de perros

ladra muy lejos del río.



Pasadas las zarzamoras,

los juncos y los espinos,

bajo su mata de pelo

hice un hoyo sobre el limo.



Yo me quite la corbata.

Ella se quitó el vestido.

Yo el cinturón con revólver.

Ella sus cuatro corpiños.



Ni dardos ni caracolas

tienen el cutis tan fino,

ni los cristales con luna

relumbran con ese brillo.



Sus muslos se me escapaban

como peces sorprendidos,

la mitad llenos de lumbre,

la mitad llenos de frío.



Aquella noche corrí

el mejor de los caminos,

montado en potra de nacar

sin bridas y sin estribos.



No quiero decir, por hombre,

las cosas que ella me dijo.

La luz del entendimiento

me hace ser muy comedido.



Sucia de besos y arena

yo me la lleve al río.

Con el aire se batían

las espadas de los lirios.



Me porté como quien soy,

como un gitano legítimo.

Le regalé un costurero

grande, de raso pajiso,

y no quise enamorarme

porque teniendo marido

me dijo que era mozuela

cuando la llevaba al río.


Federico García Lorca

sábado, 12 de junio de 2010

Club Social 1

En nuestro club social

solo hay tres miembros.

Todos cagamos a diario

y si alguno se tira un pedo

saltando,

queda totalmente exhimido

de toda culpa.

Kiko Vallejo

 

jueves, 10 de junio de 2010

Diálogos de los Muertos (fragmento)

HERMES.- Ahora barquero, si te parece bien, vamos a echar cuentas de todo lo que me debes, para no volver a tener discusiones sobre este tema.

CARONTE.- Estoy de acuerdo, contemos Hermes. Será mejor para ambos que este asunto quede bien aclarado.

HERMES.- Me pediste que te trajera un ancla: lo que hace cinco dracmas.

CARONTE.- Me la pones muy cara, me parece.

HERMES.- No te miento, por Plutón, que la compré por ese precio; y adquirí también una correa de cuero para un remo por dos óbolos.

CARONTE.- Entonces apunta cinco dracmas y dos óbolos.

HERMES.- ... y también compré una aguja para la vela; y por ella pagué cinco óbolos más.

CARONTE.- Pues apunta también esos cinco óbolos.

HERMES.- ... además de cera para tapar grietas, clavos, y una cuerda para que hicieras la hipera, me costó todo dos dracmas.

CARONTE.- Pagaste un precio muy alto.

HERMES.- Si no me olvido de nada, todo está en la cuenta. Ahora tú dirás cuándo vas a pagarme.

CARONTE.- Es imposible en este momento, Hermes, pues el negocio no funciona demasiado bien; pero si alguna peste o guerra me manda algún grupo de víctimas, podría reunir algo de dinero haciendo un poco de trampa con el precio de los pasajes.

HERMES.- ¿Me estás pidiendo que me cruce de brazos y pida a los dioses que se produzcan espantosas calamidades, para poder cobrar?

CARONTE.- No podrá ser de otra forma, Hermes. Pues, como puedes comprobar, no llega mucha gente aquí abajo: estamos viviendo tiempos de paz.

HERMES.- Así lo prefiero, aunque no cumplas el pago de tu deuda. Ah, por cierto, no recuerdas como eran los antiguos que venían hasta nosotros: se trataba de hombres valientes, y muy malheridos. En cambio, ahora, los muertos llegan envenenados por los hijos o esposas, o con el vientre o las piernas inflamados, vulgarmente pálidos, con ningún parecido a los otros. Además, estos últimos mueren casi todos por causas relacionadas con maquinaciones tramadas entre ellos por dinero.

CARONTE.- Debo reconocer que el dinero es algo muy deseable.

HERMES.- Entonces no te parecerá mal que yo te exija de forma implacable e insistente el pago de tu deuda.

Luciano de Samosata

domingo, 6 de junio de 2010

Noche del Infierno (fragmento)

He bebido un colosal trago de veneno.
- ¡Tres veces bendito el consejo que me ha llegado! -
Las entrañas me queman.
La violencia de la pócima tuerce mis miembros,
me hace deforme,
me embiste.

Muero de sed, me ahogo, no puedo gritar.
¡Esto es el infierno, el castigo infinito!
¡Miren cómo el fuego crece!
Me quemo como es preciso.

¡Ven, demonio!

Arthur Rimbaud

viernes, 4 de junio de 2010

A mi última musa

Necesito mi jodida concentración.
Desde que te conocí no pienso en otra cosa.

Me arrinconas en ese pasillo estrecho,
me besas, te restriegas contra mi,
y con ese descaro me dices que soy un capricho.
Pequeña insolente, hay caprichos que se pagan caros.

Te metes en mi cama sin dudarlo,
pero no te hago el amor,
pienso, vete a la puta mierda,
después te arropo y te abrazo.

Me buscas con la mirada,
provocas encuentros casuales,
te tumbas conmigo en la hierba,
te cansas y me tiras como a una colilla.

Te busco con la mirada,
reclamo tus envenenadas caricias,
nos abrazamos largo rato,
al final apartas de nuevo tu boca.

He entendido que es la experiencia,
cometer los mismos errores del pasado,
ser consciente de ello
y continuar haciéndolo.

Nada más hay que convencerse
de que a veces se está solo.
La consigna esta clara, subamos al monte Parnaso
y asesinemos a todas las musas.

Kiko Vallejo

jueves, 3 de junio de 2010

La Vida es Sueño (fragmento)

Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;

sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;

sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.

Calderón de la Barca

viernes, 28 de mayo de 2010

Miradas

Cuando paseo por la plaza,

siempre que nos cruzamos,

aguantamos las miradas,

intercambiamos las sonrisas

y continúo mi camino.

Kiko Vallejo

jueves, 27 de mayo de 2010

Tú llegarás oliendo a madrugada

Tú llegarás oliendo a madrugada
a musgo ...y a camino.

Traerás aún hojas desconocidas
enredadas al pelo
y no estarás cansado
pero yo besaré tus ojos de águila
hasta secar la última lágrima
la última gota de sangre
y con ramas de veranera y de bellísima
limpiaré la pólvora
que aún quede entre tus dedos.

Virginia Gruter

miércoles, 26 de mayo de 2010

Mierda

Desayunamos mierda,

comemos mierda,

cenamos mierda,

vivimos rodeados de mierda

y encima somos tan egocéntricos

de reducir a mierda

las pocas cosas mágicas

que nos ocurren en la vida.

Sin duda, tenemos la mierda que merecemos.

Kiko Vallejo

martes, 25 de mayo de 2010

Consejo amistoso a un montón de jóvenes















Id al Tibet
montad en camello.
leed la Biblia
teñid vuestros zapatos de azul.
dejaos la barba.
dad la vuelta al mundo en una canoa de papel
suscribios al Saturday Evening Post
Masticad sólo por el lado izquierdo de la boca
casaos con una mujer que tenga una sola pierna y afeitaos con navaja

y grabad vuestro nombre en el brazo de ella

lavaos los dientes con gasolina
dormid todo el día y trepad a los árboles por la noche.
sed monjes y bebed perdigones y cerveza.
mantened la cabeza bajo el agua y tocad el violín
bailad la danza del vientre delante de velas rosas
matad a vuestro perro
presentaos al Alcalde
vivid en un barril
partíos la cabeza con un hacha
plantad tulipanes bajo la lluvia.

Pero no escribáis poesía.

Charles Bukowski

lunes, 24 de mayo de 2010

Tarde aburrida y autoentrevista

¿Que quieres tú para tu eternidad?.

Puedes llamarme loco, yo prefiero decir ambicioso.
Hacia tiempo que no me sentía tan estúpido.
¿En que te estas convirtiendo Capitán?

Lanzas tu mierda a los cuatro vientos,
y te das cuenta que lo estas poniendo todo perdido.
¿Por que ha gustado tanto que matase a cupido?

Paseo por el puerto sin dirección, creo que busco
mi barco, mi tripulación, es en vano, se que ya no están.
¿Cual es el siguiente camino?

Quieres una partida de ajedrez y sabes de sobra
que me he dejado ganar antes de comenzarla.
¿Te apetece jugar?

No tengo miedo, que sensación tan placentera,
duermo y no tengo pesadillas, resulta aburrido.
¿A que se debe ese nudo en el estómago?

Durante un tiempo pensé que la maldición era eterna,
que equivocado estaba, solo ha durado siete años.
¿Te vas a quedar cruzado de brazos?

No entiendes lo que digo, que mas da, acaso entendemos
todo lo que leemos, todo lo que nos pasa.
¿Estoy hablando a la pared?

Esto no es poesía, son desvaríos. Como voy a hacer poesia
si ya no creo en ella, se la dejo a los poetas.
¿Cuanto hace que no revisas tus prejuicios?

Kiko Vallejo