La sopa esta hirviendo. La mujer parecía haberla olvidado. Vuelta hacia la habitación contigua, esperaba la respuesta de Teresa, los pelos cubriéndole la frente, inmovil y ansiosa.
- ¿Quién te ha invitado? - repitió. Y comenzó a abanicarse el rostro a toda prisa.
- Ese muchacho que vive en la esquina - dijo Teresa, posando la escoba en el suelo.
- ¿Qué esquina?
- La casa de ladrillos, de dos pisos. Se llama Arana.
- ¿Así se llaman ésos? ¿Arana?
- Sí.
- ¿Ese que anda con uniforme? - insistió la mujer.
- Sí. Está en el Colegio Militar. Hoy tiene salida. Vendrá a buscarme a las seis.
La mujer se acercó a Teresa. Sus ojos abultados estaban muy abiertos.
- Ésa es buena gente - le dijo -. Bien vestida. Tienen auto.
- Sí - dijo Teresa -. Uno azul.
- ¿Has subido a su auto? - preguntó la mujer con vehemencia.
- No. Sólo he conversado una vez con ese muchacho, hace dos semanas. Iba a venir el domingo pasado, pero no pudo. Me mandó una carta.
Súbitamente, la mujer dió media vuelta y corrió a la cocina. El fuego se había apagado, pero la sopa continuaba hirviendo.
- Vas a cumplir dieciocho años - dijo la mujer, reanudando el combate contra los rebeldes cabellos -. Pero no te das cuenta. Me quedaré ciega y nos moriremos de hambre, si no haces algo. No dejes escapar a ese muchacho. Tienes suerte que se haya fijado en ti. A tu edad, yo ya estaba encinta. ¡Para qué me dio hijos el Señor si me los iba a quitar después!!Bah¡
- Sí, tía - dijo Teresa.
Mario Vargas Llosa
miércoles, 14 de julio de 2010
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