jueves, 12 de septiembre de 2013

Al Atardecer

Al atardecer,
me he encontrado
una lágrima,
llorando.

Ha sido desalentador.
¿Cómo consolar a una lágrima triste?

La más tierna caricia
serviría para hacerla
desaparecer.

Las palabras,
sólo son eso,
palabras.

Torpe de mí
me siento a su lado,
invento historietas
que le hagan sonreir,
le cuento verdades
a medias.

No doy para más.

Con su mirada
me lo agradece,
pero yo
no soy capaz
de hacerle sentir mejor.

Reflejado en ella
me puedo observar abatido.

La duda me invade.
¿He sido capaz de
entender alguna vez a
una lágrima?

Espero a que se desvanezca
y me voy a casa
llorando.

Kiko Vallejo

jueves, 30 de mayo de 2013

Sin voz, desnuda

Sin armas. Ni las dulces
sonrisas, ni las llamas
rápidas de la ira.
Sin armas. Ni las aguas
de la bondad sin fondo,
ni la perfidia, corvo pico.
Nada. Sin armas. Sola.

Ceñida en tu silencio.
«Sí» y «no», «mañana» y «cuando»,
quiebran agudas puntas
de inútiles saetas
en tu silencio liso
sin derrota ni gloria.
¡Cuidado!, que te mata
-fría, invencible, eterna-
eso, lo que te guarda,
eso, lo que te salva,
el filo del silencio que tú aguzas.

Pedro Salinas

miércoles, 13 de marzo de 2013

Anacreóntica

Unos pasan, amigo,
estas noches de enero
junto al balcón de Cloris,
con lluvia, nieve y hielo;
otros la pica al hombro,
sobre murallas puestos,
hambrientos y desnudos,
pero de gloria llenos;
otros al campo raso,
las distancias midiendo
que hay de Venus a Marte,
que hay de Mercurio a Venus;
otros en el recinto
del lúgubre aposento,
de Newton o Descartes
los libros revolviendo;
otros contando ansiosos
sus mal habidos pesos,
atando y desatando
los antiguos talegos.
Pero acá lo pasamos
junto al rincón del fuego,
asando unas castañas,
ardiendo un tronco entero,
hablando de las viñas,
contando alegres cuentos,
bebiendo grandes copas,
comiendo buenos quesos;
y a fe que de este modo
no nos importa un bledo
cuanto enloquece a muchos,
que serían muy cuerdos
si hicieran en la corte
lo que en la aldea hacemos.

José Cadalso