martes, 29 de junio de 2010

El Señor Pascual

El señor Pascual llevaba varios años ya en el manicomio y ni una sola vez había sido infiel a su rutina. Como un reloj de maquinaria Suiza, todos los días a las doce menos diez del mediodía, cruzaba a toda prisa los pasillos de la primera planta murmurando una retahila incomprensible.

Antes de salir a la calle, se tomaba unos instantes para increpar al celador y malhumoradamente proseguía su camino. Caminaba de forma cuidadosa por el estrecho sendero de baldosas, procurando con su pie derecho no cubrir ni una sola línea y con el izquierdo no dejar de pisarlas.

Una vez en la zona ajardinada, corría en dirección al aparcamiento del sanatorio haciendo aspavientos para asustar a las palomas. Delante de la señal de prohibido aparcar que delimitaba el espacio reservado para ambulancias, se quedaba inmóvil como una esfinge y comenzaba a aullarle durante una hora.

Transcurrida la misma, repetía mecánicamente su ritual mientras regresaba, entraba sonriente al comedor, y con una voz enérgica y penetrante gritaba: - ¡¡¡ Nadie, aullando a la Luna, alcanza amor ni fortuna!!!

Kiko Vallejo

1 comentario:

  1. Lo leí en algún sitio...no recuerdo...y ya me impactó.
    ¿Colaboras en algún sitio?

    Besos

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