La recuerdo perfectamente. Además, resulta curioso, también la recuerdo a menudo. Ella era la típica persona con quien te cruzas todos los días. Sin más. Únicamente, nos unía el extraño vínculo que surge entre aquellos que comparten de modo cotidiano, los mismos lugares.
Me resulta reconfortante llegar a la estación. Observar quien está allí en ese momento. Sentarme. Tener la tranquilidad de verificar que la mayoría, son los que deben estar. Son parte de mi rutina. Son la personificación de mi rutina. Todos ellos participan, de modo anónimo y desinteresado, en escenificar esos momentos para mí. Forman parte de la historia de mi vida. Sin ellos, quedaría reducido a un solitario transeúnte. Sin ellos. Sólo, yo.
Son míos. Son los personajes que me corresponden. Los quiero ahí. A decir verdad, deseo con todas mis fuerzas que se queden ahí. Inmutables. Para siempre, ahí. No como ella.
Ella, siempre sonreía. La única que sonreía. Un día como cualquier otro, desapareció. No lo entendí. Podría haberle pasado a cualquiera. Pero, me pasó a mi. Sin consultarme nada, se fue.
Únicamente, me dejó su recuerdo. De modo egoísta, me robó su sonrisa. Me impuso la responsabilidad de encontrar nuevas sonrisas. Pensé repetidas veces que no había solución. Al final, con cierta resignación, opté por tomar las riendas de la situación. Desde ese momento, a veces, sonrío.
Me miento y sonrío.
Kiko Vallejo
siempre buscando fuera... qué estupidos somos!!
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